17 de febrero de 2008

Opresión

En poco tiempo, el espacio donde te mueves puede volverse diminuto, las paredes se te vienen encima y te aplastan las costillas, es cuando notas que no puedes respirar.
Cuando sales a la calle, ves bastas llanuras de cemento con formas agónicas, retorciéndose, rebosando sangre, miles de cuerpos deformes con miradas burlonas y un zumbido insoportable que hace que te caigas al suelo.
Aprietas con fuerza los ojos, te aprietas las sienes, parece que vas a estallar, tu corazón te da fuertes golpes en el pecho.
Te levantas, empiezas a arañarte la piel, llenas tus uñas de una carne putrefacta. Tu rostro se descompone, abres la boca para chillar y solo salen serpientes, ratas y gusanos enormes. Un sonido ronco sale de tu garganta, ves como poco a poco todos aquellos cuerpos empiezan a reventar creando un mosaico de carne putrefacta y sangre que rezuma de sus cráneos purulentos forma originales ríos de un color carmesí oscuro. Sigues chillando hasta que consigues que tu cuello se raje, y como si de un globo se tratase, te deshinchas, aprietas los ojos con fuerza pero cada vez sientes el cuerpo más ligero. Te revuelves como una rata acorralada chillas lloras y suplicas pero cada vez te sientes menos vivo. De la sangre y la carne resurgen nuevas formas que se acercan a ti.
Te despedazan, te reparten como un vulgar trofeo, cada uno te muerde y te degusta lentamente. Tu carne les excita, les vuelve locos de placer. Acto seguido te vomitan, y eyaculan sobre la deforme masa de carne que antes era tu cuerpo. Te ves ahogado en un mar de sangre y semen.
Al despertar, estas en una habitación, cuando ves que sus paredes se abalanzan sobre ti, y te aplastan las costillas.