Palabras,
palabras, palabras. Todo empieza y acaba con ellas. Dominarlas es un arte,
dejarte dominar por ellas una constante. Mi historia no es distinta, empezó con
una conversación inofensiva y se extendió como el incendio más violento que se
haya visto jamás. Siempre hay alguna mujer que te hace suspirar, que te quita
el sueño, que inunda tus pensamientos y que es la fuerza motriz de todas tus
palabras. Siempre hay esa persona que sin darte cuenta acaba formando parte de
tu vida, adueñándose de una parte de ti que creías inexistente y que cuando se
va, te enseña el dolor del vacío y el olvido. Y las palabras, siempre esas
palabras que antes creías tus aliadas ahora se vuelven dagas envenenadas.
Y
poco a poco las hojas de tu alma van cayendo, el árbol se marchita y el tronco
se pudre. Ya no hay sombra que te de cobijo ni árbol que de fruto. No queda
nada, tan solo el recuerdo de lo que un día fue y el eco cada vez más débil de algún
te quiero tiempo atrás pronunciado.
Más
despacio aun vas empequeñeciendo, te pierdes, me pierdo y no sé dónde volver.
No sé dónde ir ni a quién acudir. Las mismas palabras que son capaces de
desgarrar el alma podrían curarla de nuevo pero, aparentemente, la fuente se ha
secado. Ya no manan caricias de tu boca, solo olvido, silencio y nada más.
Sentado
en la oscura habitación sueño, espero y busco la manera, busco la palabra,
busco, tan solo te busco a ti y a esa llama que parece que has olvidado. Éramos
eléctricos, nos daba igual el frio, la madrugada, la nieve, la lluvia o el
tiempo. Nuestras palabras se encontraban las unas con las otras y de ello vivíamos.
Nacieron caricias, pasiones y quiero creer que algo de amor hubo. Me gustaría
dejar de soñar que aún sigue ahí.
Siempre
acabo, siempre, con la esperanza de los locos. Como si de la mirada de un mártir
se tratara, encomendándome a Dios y esperar un milagro con cada nuevo día. Salir
cada mañana de la cama es como un salto de fe, porque la fe es lo único que me
queda ahora. Fe en mí, en ti y de lo que somos capaces. Quiero más amaneceres a
tu lado, más susurros al oído, tus risas, las mías, estar debajo de las sabanas
hasta el mediodía. Te quiero a ti, tan sólo pretendía que fuéramos felices y
creí poder dártelo pero ahora cielo, las dudas son tus compañeras de viaje y yo
me siento, sueño y espero sin saber qué hacer para que mires atrás porque con
cada paso muero un poco más.
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